I don’t want excuses /I don’t want your smiles / "I don’t want to feel like we’re apart a thousand miles /I don’t want your attitude /I don’t want your things /But I don’t want a phone that never rings /I want your love and I want it now /I want your love and I want it now... " / (EBTG)

viernes, marzo 19, 2010

FUCKING LOVE SONGS



Estuve enamorado de una mujer que amaba a
Slaugther, eso fue en el segundo semestre del cch; ja… recuerdo que nos odiábamos en el 1 semestre. ¿Y quién no? Ante un cambio tan duro de la secundaria ñoña, a un sistema en el que se podía hacer lo que fuese. Y no me di cuenta, como siempre, cuándo Edna y yo nos hicimos amigos, aunque ella tenía novio no importaba, él nos veía juntos desde las 10 am hasta las 2 pm, a mi tampoco me importaba que él pasara por ella ceca de las 2 pm, mientras que yo me quedaba en clase de inglés. Después de niñitas pendejas en la secundaria, encontrarme con una chica que fumaba en plena clase y llevaba la cabellera rizada muy larga, para mi fue el primer gran amor idílico. Edna amaba a Slaughter, a Guns y Metallica… ja, mi primera cita amorosa fue cuando juntos vimos a Guns, n Roses. Ella gritaba como loca al escuchar a Axel Roses, y yo, fui feliz por primera vez estando con Edna y Guns. Creo que ese fue el primer link “fucking love-songs-sounds”; después habría muchos, pero ahora que lo pienso, esos 3 meses juntos, es decir, cuando terminó con su novio y decidió compartir su maldad / música / vicios, ha sido mi primer contacto con la droga perfecta; tanto que la única vez que me atreví a liarme a golpes fue porque en taxqueña un tipo dijo algo sobre su trasero embarrado en aquel pantalón negro. No supe cómo pero tiré un par de puñetazos y aquel tipo se sorprendió tanto (casi como yo), que se esfumó. Edna solo me tomó del brazo y me tranquilizó colocándome un audífono del walkman. Recuerdo que sonaba “True colors” de Cyndi Lauper, y con eso aprendí algo acerca de los vínculos emocionales-musicales. Hasta ahora que desempolvé aquellos acetatos de Slaugther, recordé la felicidad que me daba cuando Edna, justo a las 2 en punto se acercaba a la ventana del laboratorio de química y hacía cantidad de señales para llamar mi atención. Me gustaba la clase de química, pero me gustaba más saber que Edna estaría esperándome para subir juntos al bus y sin mucho problema compartir los audífonos de un sony walkman auto-reversible.




Así como comenzó, no me di cuenta qué día terminó… creo se enamoró de alguien más, mientras que yo me volví sofisticado y dediqué un par de años al hockey sobre hielo; mi vida se fue en dientes, casi en un par de dedos y en el tabique nasal, sin embargo, esa etapa de “violencia encubierta” la pasé bien, conocí a Laura, pero me dejó porque no quise follar con ella. Mierda, a los 18 años en los 90´s, yo solo quería un walkman digital, un stick bauer y descubrir más acerca de Herbie Hancock.

Ya no conservo mi stick bauer, tampoco los dientes originales, pero si el fly to the angels de Slaugther que Edna me regaló; quisiera así conservar fetiches de muchas más mujeres, ja… unas no me dieron nada material ni emocional, y las que me dieron “todo”, al final yo lo convertí en amargura. Y no tengo nada de ellas, las vías del metro, el boiler de leña o el retrete se llevaron aquellos añorados objetos. Lo no material se perdió en tantas riñas y malas actitudes de mi parte.

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viernes, marzo 05, 2010

Boulevard of broken dreams

Mucho tiempo recorriendo el Sena, siempre descuidado, con el discman a todo volumen; durmiendo en los jardines de Luxemburgo sin fijarme donde dejaba la cerveza, al final se calentaba tanto que de un sorbo la bebía, no podía desperdiciar, todo el dinero se esfumó en aquel hotel Blanche Fontaine frente al Mouline Rouge. Me despertaba muy temprano y algunos días podía comprar pan y jamón para todo el día, al principio me angustiaba confundirme con los días de la semana, temía perder el avión hacía Madrid y quedarme más y más solo tirado en el pasto viendo hacía la Eiffel. Y no por soledad, París me sentaba bien, después de todo ese tiempo ayudándome con un mapa pude haber sido un buen taxista, me aprendí las estaciones del metro, pasé infinidad de veces por el Boulevard Haussmann, visité los restos de Tzara y mi “paz”, era poder comprarme aunque fuese una horrible cerveza Kronenbourg y un bocata de pollo. Escribía algunos poemas, uno sobre mi visita a Tzara, otro sobre Jana, una chica hermosa que había conocido en una clase de bioquímica, también Grissel estaba presente en cada paso hacía Pigalle, hasta que uno de esos “raros días que viajé en metro”, me encontré 40 euros, me llamó la atención un envoltorio tirado cerca de la Salpêtrière; era un pedazo de periódico con una nota sobre viñedos, todo enrollado… una vez más, el vino vendría a salvar mi alma. Encontré el hotel de, en aquel tiempo mi jefe del laboratorio y otro milagro más, en un sobre me dejaba 50 euros que vía mail le había pedido prestado. Me fui directamente a una taberna griega muy cerca de las galerias Lafayette, me pedí pasta, pescado, pollo y dos botellas de vino de creta, al lado de mi en la barra unos negros con ese francés impronunciable me miraban, yo descorché la botella y les serví en unos vasitos de plástico, alzaron sus vasos y no me miraron más, al irse, el negro más mal encarado se me acercó y deslizó sobre la mesa un cd: Diam´s -Brut de Femme. Resultó muy buen disco de hip hop, me lo fui escuchando desde el Boulevard Haussmann hasta mi cuarto en rue blanche.



Al día siguiente, bien desayunado con una Juliette de a litro, un par de huevos fritos y pan, me encaminé al congreso de neurociencias, el metro me dejó en la puerta de ese enorme centro de convenciones, en el segundo piso ya estaba el Dr Velásquez, solo esperando a que yo llegara para encargarme el cartel e irse a Versalles; ja… ambos tomamos como pretexto ese congreso, yo no perdía nada. En las tres horas que estuve parado solo se acercaron tres personas a preguntar, mi inglés como siempre malísimo, pero me hice entender. Me fui al centro de computo y me brillaron los ojos cuando vi esas iMac G3, bocadillos y copas de plástico pequeñas con tinto. Era un buen tinto, durante mi estancia en París estuve comprando varios de un euro, alguno que otro preferí tirarlo al retrete, no es como el tinto español que por más barato que sea es bueno y si no, se mezcla con casera y listo, todo un placer beberlo. Una chica me miraba, ja, no noté mi constante consumo de tinto más que de bocadillos, pero no era por eso, ella no podía con la iMac, me preguntó cómo hacer un zip, busqué el stuffit, lo agregue como attachment y solo bastó darle send. El nombre de aquella chica era Rubi, en mi vida imaginé que alguna vez en mi ibook tendría algún poema inspirado en “Rubi”. Lo curioso fue que en la tiendita al lado del blanche fontaine, en vez de ir por cerveza esa noche, me acordé de Kerouac y su eterno oporto, caminé unos pasillos y me encontré con “Royal Oporto Rubi”, me sonreí… lo que restó de la semana antes de viajar a Madrid, estuve arropado por el dulce y reconfortante Royal Oporto Rubi.

Ahora pienso en París, en el oporto… y en esos últimos momentos buenos que he tenido al lado de Rubi, no con aquella francesa, si no con la chica que es como uno de esos poemas escondidos que Hemingway algún día escribió: / La noche se acerca entre suaves y somnolientas plumas / oscureciendo el día / acariciando el brillo perlado / moldeando el barro / antes de que adquiera la dureza final / exigiendo que nos quedemos. /

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